Manuel Serrano, el científico fichado por Jeff Bezos para revertir el envejecimiento
Entre las numerosas incógnitas que se nos plantean mirando hacia un futuro inmediato está, sin duda, desvelar si viviremos el rejuvenecimiento en humanos. Esta quimera se fragua en unos selectos laboratorios, con el arduo trabajo de algunas de las mentes más brillantes del planeta. Eminencias entre las que se encuentra nuestro protagonista de hoy. Manuel Serrano, biólogo molecular, tan brillante como humilde, cercano y sencillo.
Dice que decidió estudiar biología molecular por un gran profesor que tuvo de niño. Ya ven ustedes lo importante que es el arte de enseñar. A aquel maestro sin nombre le debemos uno de los científicos más célebres en la investigación del envejecimiento y en cómo revertirlo. Le enseñó y le impregnó de curiosidad e ilusión. Tanto que dedicó su vida a ello para dar más calidad a las nuestras. Y en ello está.
Ha conseguido rejuvenecer el páncreas, hígado, bazo y sangre de ratones mediante reprogramación celular. Antes dedicó muchos años a investigar el cáncer. En 1998 descubrió el gen p16Ink4a (conocido abreviadamente como gen p16) para el diagnóstico de algunos tipos de cáncer hereditario, años después se supo que éste mismo gen también podía ser útil para poner fin a la división celular que es la que causa el envejecimiento. Su trabajo con células madre le ha valido numerosos reconocimientos a nivel internacional, así como la identificación de la senescencia celular como principal respuesta antioncogénica. Junto con su equipo, encontró una relación entre el funcionamiento de los genes supresores tumorales que nos protegen del cáncer y de muchas otras enfermedades, y el envejecimiento porque, si esos genes positivos para protegernos están activos de manera incontrolada, esa protección inicial se pervierte y termina siendo un acelerador del envejecimiento; es el referente en el estudio de las células senescentes e intenta que sus investigaciones tengan aplicación en la sociedad y se traduzcan en resultados tangibles, por eso fundó en Barcelona con inversores de los Estados Unidos la empresa farmacéutica Senolytic Therapeutics, especializada en la senescencia celular. Con ella desarrolla nuevos tratamientos primeros en su clase. Sobra decir que es una referencia indiscutible en la materia.
Sus actuales trabajos desarrollan el descubrimiento que hizo el científico japonés Shinya Yamanaka en 2006. Logró reprogramar células cutáneas para transformarlas en células madre parecidas a las embrionarias, con capacidad de convertirse en cualquier otro tipo de célula del propio organismo. Hasta entonces, la identidad de las células se consideraba fija e inamovible.
Denominó células madre embrionarias inducidas a las nuevas células, también conocidas como células madre pluripotentes inducidas (CMPI).
Seis años más tarde, en 2012, Yamanaka recibió por ello el Nobel de Medicina junto con el británico John B. Gurdon que, en 1962, descubrió que la especialización celular era reversible. Lo hizo sustituyendo el núcleo del óvulo de una rana por el núcleo de una célula intestinal madura. El resultado fue asombroso: el óvulo modificado se convirtió en un renacuajo normal.
Ambos dos han cambiado la evolución de la ciencia y de nuestras vidas.
También fue clave el descubrimiento realizado por Tom Johnson, en 1988, al demostrar que si cambiábamos un determinado gen en un organismo, vivía más. Demostrando de esta manera que la longevidad está en parte determinada genéticamente.
Los problemas también llegaron. Las nuevas células de Yamanaka provocaban tumoraciones, al menos eso dijo la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, pero su utilidad fue y es extraordinaria. Se han convertido en una importante herramienta para investigar enfermedades humanas. Gracias a ellas, sentó la base para que los científicos más destacados desarrollaran sus trabajos estudiando el envejecimiento y las enfermedades que conllevan la muerte o un grave deterioro de la salud (que gran parte de ellos definen como envejecimiento acelerado de los órganos). Entre los nombres más relevantes en este pequeño Olimpo de genios, varios españoles: el propio Manuel Serrano, Juan Carlos Izpisúa Belmonte, María Blasco y María Abad. Cada uno de ellos en sus respectivos laboratorios han conseguido resultados asombrosos.
En 2022, y desde hace ya unos años, sabemos que la edad biológica de las células no coincide con la cronológica. Hay relojes epigenéticos o moleculares que miden con precisión la edad biológica a nivel célular, para ver qué diferencias hay entre unas células y otras y por qué no todas tienen la misma edad. Puede haber algunas que estén sufriendo un envejecimiento acelerado o que ya se encuentren muy deterioradas, las llamadas células senescentes, que son células gravemente dañadas que nuestro cuerpo no es capaz de eliminar. A ellas, como le decía, dedica Manuel Serrano gran parte de sus investigaciones. Está comprobada la vinculación entre la acumulación de ellas y el desarrollo de enfermedades como el Cáncer o el Alzhéimer.
Podría seguir. Mucho mucho, pero es mejor que disfrute escuchándole en la entrevista.
Hoy, cuando se publica, Manuel Serrano todavía se encuentra en el Instituto de investigación Biomédica de Barcelona (IRB), donde dirige el Programa de Envejecimiento y Metabolismo, y donde le hemos entrevistado nosotros, en su laboratorio, entre notas y probetas, en un caótico orden. Lo hará hasta diciembre. El 1 de enero de 2023 se irá a Cambridge para incorporarse a Altos Labs, la compañía creada por Jeff Bezos junto con otros multimillonarios para investigar cómo revertir el envejecimiento con el objetivo de curar enfermedades graves que castigan a un elevado número de población. Estudiar el envejecimiento tiene un sentido esencial para la humanidad: conseguir curar órganos enfermos. Lo hacen sin directrices ni límite presupuestario. “Nos han fichado porque han visto lo que hacemos y confían en nuestro trabajo. Quieren que seamos libres para decidir por dónde seguir nuestras investigaciones”, confiesa Manuel Serrano.
De momento, estos avances se están dando solo en ratones. Quién sabe si nuestros ojos podrán vernos más jóvenes a todos, a la carta… Él todavía lo ve lejano.